Ya hace un año que hablé en el Parlament sobre mi vida como mujer. Siempre había sido consciente de que ser mujer implicaba para la sociedad "algo diferente", pero el hecho de ponerle palabras públicamente ha incrementado esta alerta.
Tiene narices que hayamos de tener un día para hacernos escuchar. Y tiene narices que hablemos de feminismo, de discriminación positiva y de tantas otras historias para reivindicar que ser como somos mola.
Porque ser mujer, mola. Aunque no nos lo pongan fácil, con esa pedazo mochila histórica que llevamos a cuestas. Mola tener más sensibilidad. Saber leer entre líneas. Mirar a los ojos de una persona y poder deducir qué piensa/siente. Mola poder empatizar y pensar que a Juan le gusta el pan con tomate pero a Ainhoa no. Somos las mejores con el marketing emocional. (Clica y tuitéalo)
Mola la capacidad de comunicación y expresión que tenemos.
Podemos conocernos a través de los demás. Incluso mientras escribimos, dibujamos... Sabemos crecer a través de todo lo que hacemos.
Somos unas jabatas, cañeras a más no poder. Y eso, a nivel empresarial, es brutal. Somos constantes y enfocadas a la tarea. Sabemos soñar, pero también sabemos hacer.
La nueva emprendedura, lo que yo llamo Working happy, tiene mucho de femenino: