Hace unos días defendía a ultranza mi amor por los boletines electrónicos o e-mail marketing.
Hoy quiero dar la cara y romper una lanza a favor de los blogs.
Pero no cualquier blog, no…
Opto por un blog integrado dentro de la página web. No en plataformas distintas (la web por un lado y el blog por otro), porque entraríamos en competencia con nosotros mismos a la hora de posicionar en buscadores como Google.
Con una línea editorial útil, que fidelice (por lo tanto, no se trata de venta-venta-venta), y con una periodicidad regular. (clica y tuitéalo).
Y pensado estratégicamente para que convierta a los lectores en clientes reales.
Vaya, blogs con una gestión profesionalizada.
“¿Y para qué tanto curro?” – quizás te preguntes.
Pues allá voy:
Esto es el marketing de contenidos. Compartir, dar valor. Internet ha cambiado las reglas del juego. Y tus seguidores, cuando lean tu blog, dirán “¡uau, si todo esto lo cuenta gratis, imagina lo que puede hacer por nosotros pagando!”. Vaya, que los contenidos te ayudan a nivel de SEO (posicionamiento) pero también a dar credibilidad a tu trabajo. A generar confianza y a demostrar lo que sabes sin que tú mismo tengas que decir lo bueno que eres.
Ya oigo la pregunta en tu cabeza: “¿Y no hago suficiente con las redes sociales?”. No, no y no. No son lo mismo. El blog es tu casa, a tu estilo, a tu manera, con total libertad de movimientos. Puedes compartir textos o videos o audios o imágenes… lo que se te dé mejor. Y en las redes sociales no, estás más encorsetado (en posts anteriores puedes ahondar en mi relación con el amo de Facebook, el sr. Zuckerberg).
No te metas en este fregao…
¿Qué? ¿Convencido? ¿A que molan los blogs?